jueves, 2 de septiembre de 2010

San Francisco Solano



San Francisco Solano, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España. Su padre era alcalde de la ciudad, y desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban.    Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana, porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco de Asís. Los primeros años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España, para lo cual  se preparaba mucho, haciendo oración.

Cuando llegó a Andalucía la peste del tifo negro Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados.
Fray Buenaventura se contagió y murió (hoy en día  es santo) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado.    

Cuando el rey Felipe II, pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica, fue enviado a extender la religión por estas tierras. Fue una gran alegría para su corazón.

Recorrió el continente americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios. Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo.-    Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas.
En sus  viajes de misionero, lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios.  A las dos semanas de estar con ellos ya le entendían todos admirablemente sus sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios.

Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles.  

Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes, y de tal manera les habló, logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma, por lo que los aborígenes  desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.    

El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones.

Un día llegó a un convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor Dios.    

San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Se le acercó a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral.    Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores.

Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones.    En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: "Que Dios sea glorificado", y expiró.    Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche.
A su entierro asistieron unas 5.000 personas y tuvo contornos apoteósicos. El virrey Marqués de Montesclaros y el arzobispo Lobo Guerrero fuero los primeros en conducir el féretro a la iglesia, donde la guardia de alabarderos apenas pudieron contener a la multitud.
En Lima se da el hecho sorprendente y no repetido, de presenciarse la muerte de cinco santos en un espacio de 39 años: Santo Toribio de Mogrovejo (1606), San Francisco Solano (1610), Santa Rosa de Lima (1617), San Martín de Porres (1639) y San Juan Macías (1645). Por eso, la capital peruana también fue llamada la Lima de los Santos.
Tan sólo 15 días después de su muerte, se abrió su proceso de canonización. Las gestiones comenzaron en Lima, donde hubo 500 testigos, y después continuaron en otras ciudades del Perú, en el Tucumán y en España.
El Papa Clemente X lo beatificó el 1675 y el Papa Benedicto XIII, lo canonizó el 27 de diciembre de 1726. Su festividad es el 14 de julio.
La Santa Sede[] decretó el año Jubilar entre 14 de julio de 2009 y el 2010, conmemorando el cuarto centenario de su muerte. 

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